Los hombres de maíz
Mucho tiempo antes, cuando el mundo apenas iniciaba solo existía el cielo y el mar, no había animales, ni tierra y menos seres humanos.
Al ver lo solitario que se encontraba todo, los dioses: Kukulcán, Tepeau y Caculhá Huracán, crearon la tierra, las montañas, los árboles y los primeros animales, las aves y venados que habitaban en los valles, sin embargo, los dioses querían crear un ser perfecto que hablara, tuviera conocimientos y los venerara, así como surgió la idea de formar al hombre.
Los dioses tomaron lodo y con él formaron al primer hombre, con sus poderosas manos moldearon su cabeza dándole las más hermosas facciones, hicieron sus brazos y piernas fuertes con el fin de que les sirvieran para trabajar la tierra y aunque al principio se sintieron felices con el resultado, el hombre de lodo no podía realizar las actividades más básicas, no le era posible hablar, ni caminar, cualquier movimiento por más leve que fuera los deshacía convirtiéndolos de nuevo en lodo.
Ante este fracaso los tres dioses no se rindieron y se unieron con otros cinco y comenzaron la creación de un nuevo hombre, esta vez hecho de madera, estos hombres podían hablar, caminar y comenzaron a tener hijos, sin embargo, no tenían sentimientos, eran personas sin alma, sus movimientos eran torpes, rígidos, no tenían ninguna emoción. Ante esta situación los dioses enviaron un gran diluvio a la tierra para acabar con la vida de los hombres de madera.
Pasó mucho tiempo sin que los dioses intentaran crear un nuevo hombre, después de meditar largamente cuál era el mejor material para que el hombre pudiera finalmente pensar y sentir decidieron tomar mazorcas de maíz y con ellas crearon una masa blanca de la cual formaron cuatro hombres Balam Quitza, Balam Acab, Ma Hucutah e Iqui Balam, los nuevos hombres eran inteligentes y podían correr, pensar y amar, el maíz con el que fueron creados se impregnó en su esencia, se volvió su sangre y formó su corazón.
Al ver a su nueva creación todos quedaron satisfechos, los hombres de maíz comenzaron a poblar la tierra, les enseñaron a sus hijos a respetar la naturaleza, a sembrar la tierra y nunca olvidarse de venerar a los dioses que los habían creado.
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