"Beloved", una mirada
Recuerdo el día que abrí “Beloved”. Era un día nublado, de esos en los que el silencio se siente más denso, como si cada página se adentrara en el tiempo suspendido. En ese primer contacto, Toni Morrison parecía hablar desde un lugar oscuro y vengativo, una profundidad que me tomó de la mano y me condujo a la frontera entre lo real y lo espectral. La voz de Sethe, marcada por cicatrices que van más allá de la piel, se fue asentando en mí. Y, sin saberlo, ese peso también me transformó.
Podría usar el lugar común y decirles que “Beloved” no es una historia que se lee, sino que se vive, pero estaría mintiendo: es una historia que se sobrelleva. Es un aliento contenido, una herida que duele solo de acercarse. Cada personaje aparece no solo con su dolor y su lucha, sino con los rastros de quienes vinieron antes, los que fueron arrancados de su tierra y obligados a subsistir en un mundo implacable. Para Sethe, la libertad no es alivio ni cura; es una sombra que se mezcla con sus recuerdos.
Recuerdo cómo cada capítulo desnudaba una capa distinta del dolor, y lo hacía de un modo tan íntimo, tan verdadero, que era imposible mirar a otro lado. Era como si Morrison hubiese encontrado el lenguaje preciso para hablar de lo indescriptible, para darle cuerpo y voz a un duelo imposible de procesar. “Beloved” es, en esencia, un lamento encarnado, un amor que sobrevive en las ruinas, que duele y persiste, aún después de la muerte.
Si hay algo que tengo asumido es que el pasado se manifiesta siempre en nosotros, incluso cuando creemos haberlo dejado atrás. Llega el momento en que aparece como el recordatorio de una historia inacabada, de una culpa que asfixia y un amor tan extremo que desafía cualquier lógica. “Beloved” me reafirmó que el pasado no se desvanece; se instala, como una sombra que nos acompaña, como una memoria impregnada en los muros de una casa, en la piel de sus habitantes, en el susurro del viento.
Cuando Morrison escribía, con cada golpe del teclado, nos hablaba a nosotros, a nuestras propias sombras, a los dolores y amores que arrastramos en silencio, a esas partes de nosotros mismos que evitamos mirar porque duelen demasiado. Quizá ese sea el poder de “Beloved”: nos invita a enfrentarnos con nuestros propios fantasmas, a escuchar el susurro de nuestras propias pérdidas, a abrazar incluso aquello que nos quiebra.
Esa es la otra cara de “Beloved”, la que Morrison no permite olvidar ni suavizar. Los que estamos aquí, tú, yo, quienes sostienen este libro y sienten su peso, somos herederos de sobrevivientes. Estamos hechos de aquellos que soportaron, que resistieron al borde del abismo, y, a su vez, de aquellos que construyeron su mundo sobre los escombros de otros. Es una verdad incómoda, casi imposible de pensar sin que nos inquiete.
Al leer “Beloved”, esta dualidad se convierte en una herida que carcome. Hay una herencia de fortaleza y sacrificio en quienes no se rindieron, que defendieron su humanidad hasta el último suspiro. Y, junto a ella, hay una herencia de silencios y sombras, de todo lo que no se ha dicho porque incomoda, de todos los rostros borrados, las voces apagadas, las manos que construyeron una realidad ajena. Morrison no nos deja olvidar que el dolor no solo pertenece a Sethe y a su fantasma, sino que se extiende a todos nosotros, como una deuda no saldada.
A veces me pregunto si alguna vez seremos capaces de sanar esas heridas, o si el dolor está destinado a perpetuarse, a pasar de una generación a otra como un susurro que nos recuerda de dónde venimos. Todos llevamos en nosotros las huellas de esa historia compartida: de quienes lucharon para vivir en libertad y de aquellos que permitieron que el sufrimiento fuera el precio por pagar. Lo cierto es que, al igual que Beloved, ese pasado vuelve. Nos reclama, nos persigue, nos pide no olvidar.
Tal vez, al final, eso es lo que Morrison nos enseña: que, para entendernos de verdad, tenemos que aceptar que somos, también, esa herencia mezclada de resistencia y de injusticia. Entender que, para avanzar, primero debemos abrazar el peso de lo que nos antecede. Porque solo enfrentando esos fantasmas podremos encontrar, algún día, un camino hacia algo más humano, algo que no esté edificado sobre el dolor de otros.
Si pudiera compartir algo más, sería esto: lean “Beloved” cuando estén listos para no salir indemnes. Porque, con sus heridas y sus lágrimas, esa Beloved, es también el eco de nuestras historias no contadas, de nuestras heridas no sanadas, de esos lugares oscuros que aún habitan en nosotros. Quizá todos somos, de algún modo, parte de ese grito que Morrison dejó para el mundo, un grito que nos recuerda que la vida es lucha, es dolor, es memoria, y, sobre todo, es amor.
Nos debemos a nuestras raíces, a las luchas y resiliencia de nuestros antepasados.
Abril ♥
Nota: Los aspectos a mejorar de la traducción no afectaron mi lectura; sin embargo, creo que “Beloved” merece una revisión cuidadosa en su versión en español. En los próximos días, hablaré sobre los aspectos técnicos de la novela.
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